13 septiembre 2015

EL SEGUNDO HIJO


El “segundo” nos encuentra menos prolijas y obsesivas…
Se aguanta más tiempo con el pañal mojado.
Come chocolate antes del año.
No sabe de rutinas ni de horarios fijos.

El “segundo” debe soportar bastante menos nuestros temores e inseguridades…
No corremos a la guardia por una simple fiebre.
Duerme desde que tiene un mes en su habitación.
No necesita ni adaptación en el jardín.

El “segundo” aprende a la fuerza el significado del verbo compartir…
Anda muchas veces con ropa heredada.
Casi nunca sale solito en una foto.
Aguanta estoicamente caricias violentas y besos pegajosos de su hermano.

Y lo más importante: el “segundo” corrobora lo que ya sospechábamos (a pesar del inmenso miedo)… que es posible enamorarse de otro hijo, con la misma pasión e intensidad 💞

DESDE QUE SOY MAMÁ...




      Aprendí, que se puede sonreír y llorar de emoción al ver por primera vez su carita en medio del dolor del parto.
Que se quiere a los hijos sin medida, incluso más que a nuestra propia vida.
   Que la maternidad es como una montaña rusa, está llena de subidas y bajadas inesperadas. Puedes estar repleta de felicidad y de repente llena de preocupaciones. Puedes llorar de alegría o de miedo.
Muchas veces no sabemos como actuar, y he aprendido, que lo mejor es seguir nuestro propio instinto.
     Mi mejor maquillaje es la sonrisa que ponen mis hijos en mis labios. Es la más plena, la más auténtica y la más sincera. Es cuando de verdad sonreímos con el corazón.
     Se aprende a ser mamá día a día, paso a paso, momento a momento. No importa la edad que tengan tus hijos. El aprendizaje es continuo.
Con los hijos aprendemos a ser pacientes. ¡Yo no sabía que tenía tanta!
Podemos dar todo por ellos sin esperar nada a cambio. Nuestro amor es incondicional.
     He tenido la oportunidad de volver a ser niña de nuevo y disfrutar de las cosas que les causan asombro: como el vuelo de una mariposa, la lluvia, los charcos, un avión que va por el cielo.
     Que no hay nada mejor que reír a todo pulmón, gritar de emoción y bailar aunque no haya música de fondo.
     He aprendido que se puede ser productiva a pesar de dormir solo 5 horas al día (o incluso menos).
     Soy la mejor compañía que puede tener, su mejor juguete, su paño de lágrimas, su confidente, el hombro que siempre le servirá de apoyo y las manos que siempre estarán abiertas para cuando necesite agarrarse a ellas y salir a flote.
       He aprendido que soy humana, que a veces no puedo con todo y que debo establecer prioridades. Y que no pasa nada si algo no sale como hubiese querido.
He aprendido que uno de mis besos puede curar muchas cosas: cuando son pequeños heridas en las rodillas y cuando van creciendo, heridas del corazón.
       Que puedo equivocarme y que por ello, no dejo de ser una buena madre.
     Soy capaz de inventarme historias interesantes, que se convierten en sus cuentos favoritos. Y a inventarme letras de canciones, que luego cantamos juntos.
       Que no es fácil ser mamá, mujer, esposa, hija, hermana y otros tantos roles, pero que sacamos todo adelante (y aún no se cómo, pero lo hacemos)
     He aprendido que podemos comunicarnos con tan solo una mirada. Entendernos y esbozar una sonrisa.

       He aprendido sobre todo, que llego no para cambiar mi vida, sino para hacerla más completa y más feliz.
       Que no importa la edad que tengan, siempre siempre serán nuestros pequeños.
       Que un beso suyo, hace más llevadero cualquier problema.

He aprendido que ser mamá, “su mamá” no lo cambiaría por nada del mundo.

09 septiembre 2015

CARTA A UN HIJO




“Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor.


Te regañé porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta.

Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levanté por el cabello y te empujé violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato.
Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mi tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal.
Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado.
Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos; que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mi te indiqué que caminaras erguido.
Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa.
A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto.





Al poco rato mi ira comenzó a apagarse.
Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?
Luego escuché unos golpecitos en la puerta. ‘Adelante’... dije, adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación.

Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir? ... ¿vienes a despedirte?
No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente.
Te abracé..... y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito.
Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla.
Sentí que mi alma se quebrantaba.
'Hasta mañana papito' me dijiste.

¿Qué es lo que estaba haciendo?
¿Por qué me desesperaba tan fácilmente?
Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eras igual.


Tu tenías unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobretodo, sabias demostrar amor.
¿Por qué me costaba tanto trabajo?,
¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enojado?
¿Qué es lo que me estaba aburriendo?

Yo también fui niño.
¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?

Después de un rato entré a tu habitación y encendí con cuidado una lámpara.

Dormías profundamente.
Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé.
Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce.
No pude contener el sollozo y cerré los ojos.
Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste.
Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio.
Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación........

Algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.”

Sawabona “Yo te respeto y te valoro. Eres importante para mí.”

Hay una tribu africana que tiene una hermosa costumbre.

Cuando alguien hace algo que consideran incorrecto, ellos llevan a la persona al centro de la aldea y toda la tribu viene y lo rodea. Durante dos días, ellos le dicen todas las cosas buenas que él ya ha hecho.

Se dice que esta gente piensa que todo ser humano viene al mundo como un ser bueno. Cada uno de nosotros, deseando seguridad, amor, paz y felicidad, pero a veces, en la busca de esas cosas, las personas cometemos errores.

La comunidad ve aquellos errores como un grito de ayuda.

La tribu se reúne para reconectarlo recordándole quien es realmente, hasta que él recuerde su verdad, de la cual se había desconectado temporalmente: “Yo soy bueno”.

#Sawabona es un saludo usado en África del Sur y quiere decir: “Yo te respeto y te valoro. Eres importante para mí.”

A esta frase, las personas resopnden #Shikoba que significa: “Entonces, yo existo para ti.”

Madre por cesárea

En su gran ignorancia muchas personas han creído que las madres que han parido por cesárea no son madres todavía. (muchas no lo elegimos, lo hacemos para salvarle la vida, pues si parimos puede morir).Una mujer que paré por cesaría es partida prácticamente en dos y cortadas sus entrañas para rescatar un ángel. Sus dolores son intenso por días y a veces por meses , sus riesgos son mayores a un parto normal. 300,000 mujeres Mueren al año en un intento de dar vida. 

Un aplauso a esas madres que no tienen otra opción y deciden salvar a su angel.

No me hace feliz... ¡Yo soy feliz!

Durante un seminario para matrimonios, le preguntaron a una mujer: 
-Te hace feliz tu esposo? ¿Verdaderamente te hace feliz?
En ese momento el esposo levantó ligeramente el cuello en señal de seguridad, sabía que su esposa diría que sí, pues ella jamás se había quejado durante su matrimonio.
Sin embargo la esposa respondió con un rotundo
- 'No... no me hace feliz'
Y ante el asombro del esposo... continuó:
-No me hace feliz... ¡Yo soy feliz!
El que yo sea feliz o no, eso no depende de el, sino de mí.
Yo soy la única persona, de quien depende, mi felicidad.
Yo determino ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida, pues si mi felicidad dependiera de alguna persona, cosa... o circunstancia sobre la faz de esta tierra,
yo estaría en serios problemas.
Todo lo que existe en esta vida, cambia continuamente. El ser humano, las riquezas, mi cuerpo, el clima, los placeres, etc. Y así podría decir una lista interminable.
A través de toda mi vida, he aprendido algo;
decido ser feliz y lo demás lo llamo 'experiencias':
amar,
perdonar,
ayudar,
comprender,
aceptar,
escuchar,
consolar.
Hay gente que dice:
- No puedo ser feliz... porque estoy enferma, porque no tengo dinero, porque hace mucho calor, porque alguien me insultó, porque alguien ha dejado de amarme, porque alguien no me valoró...
Pero lo que no sabes es que PUEDES SER FELIZ
aunque... estés enfermo,
aunque...haga calor,
aunque...no tengas dinero,
aunque...alguien te haya insultado,
aunque...alguien no te amó ,
o no te haya valorado .
La vida es como andar en bicicleta... te caes, sólo si dejas de pedalear.
Empieza tu día con una sonrisa y no permitas que nada ni nadie la borre de tu rostro.
Sin embargo la esposa respondió con un rotundo - 'No... no me hace feliz' Y ante el asombro del esposo... continuó: -No me hace feliz... ¡Yo soy feliz! El que yo sea feliz o no, eso no depende de el, sino de mí. Yo soy la única persona, de quien depende, mi felicidad. Yo determino ser feliz en cada situación y en cada momento de mi vida, pues si mi felicidad dependiera de alguna persona, cosa... o circunstancia sobre la faz de esta tierra, yo estaría en serios problemas. Todo lo que existe en esta vida, cambia continuamente. El ser humano, las riquezas, mi cuerpo, el clima, los placeres, etc. Y así podría decir una lista interminable. A través de toda mi vida, he aprendido algo; decido ser feliz y lo demás lo llamo 'experiencias': amar, perdonar, ayudar, comprender, aceptar, escuchar, consolar. Hay gente que dice: - No puedo ser feliz... porque estoy enferma, porque no tengo dinero, porque hace mucho calor, porque alguien me insultó, porque alguien ha dejado de amarme, porque alguien no me valoró... Pero lo que no sabes es que PUEDES SER FELIZaunque... estés enfermo, aunque...haga calor, aunque...no tengas dinero, aunque...alguien te haya insultado, aunque...alguien no te amó , o no te haya valorado . La vida es como andar en bicicleta... te caes, sólo si dejas de pedalear. Empieza tu día con una sonrisa y no permitas que nada ni nadie la borre de tu rostro.

SER FELIZ ES UNA ACTITUD!

06 septiembre 2015

"Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de casa".



Esto es lo que dice el psicólogo Alberto Soler Sarrió, luego de que en un supermercado mientras iba con sus hijos de 15 meses, escuchara a un par de señoras concluir lo mismo: “hay que ver lo que ayudan ahora los hombres a sus mujeres con los hijos”.

Luego de escucharlas, no pudo más que morderse la lengua y sonreír, llegando a su lugar de trabajo escribió en su web lo que le hubiera gustado decirles.

"Ésta es una de esas situaciones que me encantan para poder provocar un poco y sacar mi lado más feminista. Pero hoy se hacía tarde para comer y me he limitado a sonreír, agradecer y seguir a casa.

¿Que qué le habría dicho a estas señoras? Probablemente, como en otras ocasiones, les habría respondido con un “disculpe señora, pero no, ni ayudo ni pienso ayudar a mi mujer con los hijos”.

Y pasaría a explicarle cuál es mi punto de vista al respecto.

No, yo no ayudo a mi mujer con los niños porque no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera responsabilidad.

Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con “lo mucho que ayudo a mi mujer”. Como si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y mucho gusto ni más ni menos que aquello que me corresponde. Al igual que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca podré llegar a hacer tanto y tan bien como hace ella."

Después explica el por qué tenemos esta visión de las responsabilidades, diciendo que:

"Tenemos aún en la mente un modelo de familia patriarcal en el que hay un reparto de tareas muy bien definido: el hombre es el proveedor de recursos, la mujer la gestora del hogar (ahí se incluyen los hijos). Sin embargo la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas (afortunadamente) y este reparto de papeles ha pasado en muchos casos a la historia.

La mujer hoy en día, aunque sigue profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el agente de su propio desarrollo, tiene la capacidad de desarrollar una carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos, por una elección personal, y no por falta de oportunidades o derechos sociales.

En un momento en el que tenemos esta igualdad de roles entre hombre y mujer, asumir de facto que los hijos son responsabilidad de ellas es un vestigio del pasado. Hoy en día hombre y mujer se reparten (o deberían hacerlo) de modo equilibrado aquellas tareas que les atañen a ambos, como la casa y los hijos. ¿Y qué es “de modo equilibrado”? Ese equilibrio no implica en (casi) ningún caso un reparto 50-50, sino más bien una adaptación flexible entre la disponibilidad de los miembros de la familia y las tareas que se requieren..."

Más adelante señala cuáles son las tareas propias del padre y cuáles las de la madre.

"Bueno, pues más allá de ser la madre (por obvios motivos) la encargada de la teta, el resto de las casi innumerables tareas relacionadas con los hijos no son patrimonio exclusivo de nadie, son total y absolutamente intercambiables entre padre y madre en función de las circunstancias, preferencias (de ellos o de los hijos -hoy quiero que me duerma la mami/el papi-) o habilidades de cada uno.

Un buen reparto de esas tareas es el que es equilibrado, justo, que no genera conflicto y que permite un desarrollo armonioso de la rutina doméstica".

Y por último señala que quisiera que sus hijos crezcan "sin saber si planchar es cosa de hombres o de mujeres. Que no sepan si los baños son cosa de su padre o de su madre. Que no asocien la cocina con el feudo de nadie, ni tampoco la aspiradora, doblar ropa u ordenar los armarios. Que acudan con más o menos igual frecuencia a uno o a otro para dormir, para contar sus confidencias, para jugar o para enfadarse. Que no haya un “jefe” de la casa sino que todos convivimos del modo más feliz posible".

Finalizando con un:
"Así que no, señora, yo no ayudo a mi mujer con los niños. Tampoco con la casa. Estoy con ellos en el supermercado y les paseo porque son mis hijos y me acompañan allá donde voy. Les cambio los pañales, les baño, les llevo al parque o les preparo la comida no por ayudar a mi mujer, sino porque son mis hijos, son mi responsabilidad y quiero que crezcan con un modelo de familia y de reparto de tareas diferente a aquel que Ud. y yo hemos tenido."