27 mayo 2015

Mi Niño(a) Muerde ¿Qué Hago?




     En gran medida los mordiscos inician con la aparición de las primeras piezas dentales, sin embargo nuestra reacción ante ellos determina que se consoliden o no como un modo de comunicación de nuestro bebé. Nuestra reacción inicial ante el mordisco les comunicará a que se puede ligar esta conducta por la reacción que producen: llamar la atención, jugar, mostrar enfado o frustración.

     Morder es sin duda un comportamiento inaceptable Pero tu niñito todavía no ha aprendido las normas del comportamiento aceptable. Cuando un pequeño de 15 meses muerde, normalmente se debe a que todavía no tiene la capacidad de expresarse a través del lenguaje. A veces, cuando se sienten amenazados, a los niños pequeños lo único que se les ocurre hacer es morder. 

·         El mordisco ocasional: Este es el que tiene las primeras apariciones y vendrá a manifestar muchas causas: hambre, ganas de tomar algo, frustración, que se está muy limitado, cansancio, necesidad de atención, ganas de experimentar, celos, soledad, necesidad de autonomía, etc. 
   
El mordedor frustrado: Este tiene su aparición a partir de los 12 meses, la habilidades del niño para manifestar y comunicar su enojo son muy primitivas, por ende recurren a este tipo de estrategias para expresar su frustración y obtener la atención del interlocutor. El objetivo del niño no es causar daño, sino generar una reacción o liberar la tensión emocional.
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 El mordedor asustado: Ten oportunidades los mordiscos aparecen como una forma de defensa, el peligro percibido por el niño puede ser real, sin embargo este mordisco viene a generar en el bebé la sensación de protección ante una situación amenazante. Una situación estresante, un cambio en la rutina o dinámica familiar puede ser el disparador de este tipo de respuestas en los niños pues este posee limitadas habilidades para comprender el entorno. 

·         El mordedor por poder: Este tipo de mordedores se mantiene en el tiempo por la sensación de poder y control que le produce la reacción en el entorno ante los mordiscos que genera. El Niño busca obtener un beneficio del mordisco y lo ha conectado causa-consecuencia.

 


 Aquí tienes una buena estrategia para prevenir que estos mordiscos se transformen en una mala costumbre: En primer lugar, dale tu atención al niño que ha recibido el mordisco y asegúrate de que esté bien. Mantén la calma ante los dos niños. No vas a ganar nada gritando o castigando al agresor, quien actuó de esa manera porque no logró controlar sus propias emociones.

     De hecho, puede que el mordedor llore más que el mordido. Dile sencillamente "no debes morder" y distráelo con otra actividad. Fíjate en la situación en que tu hijito mordió al otro niño. ¿Se sintió tu niño amenazado o sintió que "invadían" su espacio? ¿Es la hora de la siesta? Si descubres qué tipo de situaciones provocan a tu niño, podrías lograr prevenir este comportamiento.

     Nunca trates de demostrarle a tu niño cómo duelen las mordidas mordiéndolo a él. Si lo haces, lo único que le estarás enseñando es que a veces está bien morder a los demás.

     Tan pronto como muerda a alguien (no esperes) dile que como ha mordido ahora tendrá que sentarse solo por dos minutos (un minuto por cada año que tenga). Díselo de forma tan calmada como puedas y no le digas nada más. Después, llévalo de forma firme, pero amable, a una silla que hayas designado (preferentemente una en la que sus pies no puedan tocar el piso ni pueda dar patadas a la paredes) y déjale allí sentado.

     No le envíes a su cuarto o a que se siente en la escalera, por ejemplo. Necesitas tenerlo a la vista y él necesita tan pocas distracciones como sea posible. Una silla en la cocina, mientras estás allí cocinando, funciona muy bien.

     Si se levanta, siéntalo de nuevo inmediatamente. Dile que el tiempo sólo empezará a contar cuando esté sentado. Pon tu mano en su pierna para animarle a que permanezca sentado. No le perdones el castigo si dice que lo siente, primero tiene que quedarse sentado. No hables con él durante este tiempo ni dejes que nadie más lo haga. Usa estos dos minutos para calmarte tú también. Cuando el tiempo haya pasado, pídele que se disculpe y luego perdónalo y olvida el incidente. Ya verás cómo, al final, tu hijo comprenderá el mensaje.

     Tu hijo está aprendiendo lo que puede y no puede hacer. Con estos momentos de aislamiento y tu atención y amor siempre que esté jugando como debe, seguro que no estará mordiendo.

03 mayo 2015

"LO ESTAS MAL ACOSTUMBRANDO A LOS BRAZOS"

 "LO ESTAS MAL ACOSTUMBRANDO A LOS BRAZOS"me afirmo la señora de la tienda, yo le respondí: Díselo a la naturaleza que lo ubico 9 meses cerca de mi corazón, 9 meses al compás de mi respiración, 9 meses en compañía de mi voz. Ella lo mal acostumbro primero, que sabiamente lleno mis pechos lecheros, para seguir siendo uno los dos. Que te explique la naturaleza por que me sonríe cuando estoy mal y me estira los brazos loco de amor. Que lo estoy mal criando en brazos? cuando no me pide zapatos ni un auto de lujo, tan solo que lo tome, por besos babosos a cambio. No me niego a sus brazos, porque negarme seria reprimir el amor mas puro e incondicional, me pide brazos porque después de pasar casi un año tan unidos como jamas lo volveremos a estar, nuestro único consuelo es abrazarnos, para no extrañarnos tanto y amarnos mas y mas. Después de todo, mas temprano que tarde aprenderá a caminar y todo esto sera un hermoso recuerdo, de cuando una vez el fue bebe y mis brazos eran todo para el. Así que señora, sin duda la naturaleza es mas sabia que ambas, lo que para usted es "mal acostumbrarlo a los brazos" ella le llama AMAR, MAMAR, MAMÁ, ni los arboles sueltan sus frutos pequeños, los cargan, hasta que estén listos..

ME ENCANTA MALCRIAR A MI NIÑA


“La vas a malcriar”. “Va a ser engreída”. “Se va a acostumbrar a los brazos”. “No te dejará hacer nada”. ”Te está manipulando”. Me siento afortunada de haber escuchado estas frases. Para mi quiere decir que estoy haciendo algo bien como madre.
Desde que mi hija llegó a este mundo la veo como un pequeño GRAN ser humano. Desde su nacimiento la he tratado como tal.
Cuando nació la sembré en mis brazos, la abrace con el corazón y prometí amarla.
Y empecé a seguir su ritmo. Y a malcriarla.
La malcrié cuando permití que mis brazos se convirtieran en su cuna. De día, de tarde y de noche, la cuna intacta.
La malcrié un poco más cuando se adhirió a uno de mis senos, succionó su alimento y me comprometí a alimentarla.
Durante las primeras noches juntas, mi niña dormía muy bien. Se despertaba cada hora y media, como toda una Bebé. La malcrié con orgullo, levantándome para alimentarla y arrullarla, mi tiempo a su merced.
La malcrié cuando me olvidé de rutinas, recomendaciones y hábitos de sueño. En más de una ocasión conocimos la risa y las cosquillas, las palabras y la luz prohibida….todo eso mientras mi niña no dormía, a las 2, 3, ,5 de la mañana. ¡Sus necesidades antes que nada!
La malcrío cuando en plenos berrinches comprendo que son una forma de expresión y la envuelvo en un abrazo.
La malcrío cuando desapruebo de las nalgadas y otros maltratos para ofrecerle la disciplina que se merece, disciplina con respeto y amor.
Desconfié de las carriolas, la preferí siempre cerca de mi corazón. Desde que nació, mi niña se mece en nuestro rebozo de cabecera. La malcrío cada vez que la llevo cargadita, dos corazones sincronizados.
La malcrío cuando no castigo las travesuras que hace y entiendo que los límites no tienen por qué ser impedimentos para la libertad y curiosidad.
La malcrío cada vez que comparto la cama con ella durante una linda tradición llamada colecho.
La malcrío en cada abrazo que atiendo, cada lagrima que seco; cada vez que le doy lo que pide y necesita, nada material, solo cosas que el amor de madre puede dar y una hija puede pedir.
Mi niña con una sonrisa es capaz de decirme que estoy haciendo un buen trabajo como madre. ¿Para que necesito la aprobación de los demás? Yo apuesto por el futuro, que los que estén en él vean una mujer segura, respetuosa, amorosa e independiente.
Algún día podré decir, “No me manipuló, me enseñó a ser su madre. Se acostumbró a los brazos, sabrá que siempre que yo esté viva, estarán aquí para consolarla y abrazarla. Al permitirme ser su madre, mi hija me dejo hacer todo. Y no la malcrié, solo amé y respeté.”
Por ahora solo digo, su luz y mi instinto, siempre tenaces ante el qué dirán. Y si todo eso es malcriar, me encanta malcriar a mi hija.